En el mundo del Rey Lagarto, la derrota había anunciado un destino seguro. La guerra había acabado. Y ya no quedaba nada. Los ríos callaron, y en la ladera de los Arces ya no había olor a mar como antes. Todo estaba vacío y estaba dormido. Nadie decoraba sus cuerpos y todos sentían el aire pesado. Así pasaron meses de desasosiego y estancamiento. Todos los reptiles sentían el húmedo calor del desierto invadiendo los valles y sus visiones se volvieron lánguidas y enpequeñecidas.
Así fue, hasta que, un tedioso día, el Rey Lagarto, saliendo a su balcón, sintió que el vacio era tal, que nada más podía languidecer. "Debajo, de todo, siempre hay una semilla! Sí!! Nada es eterno, aunque a veces nos lo parezca. Hay un fondo para el pozo. Siempre hay un espacio para el cambio. Incluso después del invierno más crudo. Las horas de sol siempre vuelven para germinar nuevos frutos, que alimentarán a nuestras presas".
El Rey Lagarto, con su porte sediento y escamoso, se llenó de un nuevo brillo. Su piel se iluminó y sus ojos hablaron con intensidad a la multitud que esperaba el anual discurso del líder y fundador del mundo Lagarto.
"Queridos compañeros de piel. Sé que han sido unos tiempos duros. Puedo ver en vuestros ojos que ya no sentís la alegría de los comienzos de nuestro pequeño mundo. La guerra ha dejado huellas. Quiero que sepáis, que sí, habéis perdido todo, pero hoy anunció que a partir de hoy seremos grandes. Seremos grandes porque lo hemos perdido todo, y ya no queda nada. Lo hemos perdido todo, pero aún podemos AMAR".
Cuando la palabra AMAR, salió del hocico del lagarto, todo se hizo silencio. El vació se llenó de algo nuevo. Una tormenta celestial comenzó a inundar aquel mundo una vez seco y desértico. Bandadas de pájaros multicolores se lanzaron al viento y bañaron a todo el mundo con el aliento rojo.
En las sucesivas semanas todo cambió. Hubo ensoñaciones y flujos de amor carnal en cada esquina del mundo lagarto. Todo eran anhelos y magias de piel. Había abrazos y susurros de ternura e inhalaciones granate. Todo, como bien me relata mi amigo Rey Lagarto, era plenitud estática. (¿Lo habéis sentido alguna vez?, me pregunta el rey de los reptiles, a medida que me va relatando. Amor si dolor, sin dolor porque ya se ha perdido todo, las pieles, las escamas y las casas. Amor sin dolor, porque en la nada hay el todo).
Este estado permaneció en las almas de todos por cuarenta días y cuarenta noches. Hasta que un día, un camaleón, encima de su colorida amante, comenzó a dudar. Dudaron de la duración de ese estado de enamoramiento absoluto. ¿Cuánto falta para que se termine?, se preguntaban ya unos cuantos al final de ese 41 día. Los árboles comenzaron a perder sus hojas, y un aroma de insatisfacción comenzó, viperinamente, a alcanzar a todos los que allí habitaban. Los camaleones se volvieron de nuevo grises y la serpiente no perdió su piel esa estación. Todo comenzó a estancarse de nuevo (el Rey Lagarto intenta hacerme entender ese nuevo estado de desmoronamiento y me pone un hielo derretido en la mano).
Así que todos los reptiles volvieron a ennegrecer y meterse en sus caparazones o enterrarse bajo la ardiente arena. ¿Qué había sido de aquellos 40 días? ¿Acaso es todo temporal?
Como en todas las historias, tal y como me relata el Rey Lagarto, siempre hay un oráculo que nos muestra el camino. En esta historia, el oráculo tomó forma de ballena dorada. Esta ballena dorada, de nombre Dora, recaló en las rocosas costas cercanas a la torre del Rey Lagarto. Y el evento fue el siguiente. La ballena, al amerizar, inspiró muy fuerte. Tan fuerte que se llevo consigo ¡todo el aire del mundo lagarto!. (todos los reptiles, recuerda nuestro amigo rey, se volvieron morados, e inmediatamente después, verde bilis). La ballena, inspiró hasta que supo que tenía toda la atención de todos los reptiles. Los reptiles, ya casi moribundos, oyeron decir a la ballena:" ¡BASTA YAAAAAAAAA, el recuerdo de esos cuarenta días está vivo! ¡Daros cuenta!".
Después de esta sentencia, la ballena dorada exhaló profunda y suavemente, (el Rey Lagarto, siempre recuerda esta ballena como muy poderosa y temperamental. Y recuerda una canción que esta solía cantar en las noches de verano a los marineros solitarios. "Los ríos de luz morada limpian siempre al pez de plata, lalala").
Tras este gran suspiro-exhalación, todo comenzó a llenarse de un aire limpio y puro como la brisa en un día de abril. De nuevo el viento meció dulcemente los árboles en famosa ladera de los arces, y el mar se hizo brillo. Si..............shhhhhhhhhhhhhhhhh, silencio.
El silencio de la creación, de nuevo, había vuelto al planeta del Rey Lagarto.
Y colorín colorado, este cuento ha terminado. El mundo se hizo UNO, y la luna siguió soñando.
(Post-data: Gracias, Rey Lagarto)
Playa de Laredo, Febrero 2008
domingo, 16 de marzo de 2008
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1 comentarios:
Hola Buenas tardes, podrían decirme quien es el autor de este cuento?
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